UN RETO AL PERIODISMO
Ricardo Alarcón de Quesada
El
Gobierno de Estados Unidos incurrió en flagrante violación de la
Constitución y las leyes para
asegurar las injustas condenas a los Cinco patriotas cubanos que pronto
cumplirán 14 años de castigo arbitrario e ilegal. No fue un hecho
aislado sino un empeño sistemático que abarcó todo el tiempo del proceso
contra los Cinco y en el que invirtió muchos millones de dinero
público. Acerca de su duración, las personas involucradas, el volumen de
recursos utilizados y otros aspectos importantes de esta operación sólo
se tiene una información muy parcial.
Comoquiera
que esa conducta obligaría a las autoridades - tanto a los tribunales
como al Ejecutivo - a disponer la inmediata liberación de nuestros
compañeros, Washington ha conspirado también para ocultar lo que hizo,
incurriendo en un delito
adicional, el del encubrimiento.
Tal
es la esencia del Afidávit (Declaración Jurada) que Martin Garbus,
abogado de Gerardo Hernández Nordelo, acaba de presentar a Joan Lenard,
jueza del Distrito Sur de la Florida. Es un texto que respalda su
solicitud anterior en la que demandó la anulación de la condena de
Gerardo o, como alternativa, que la jueza ordene el descubrimiento de
todas las pruebas que el gobierno esconde y le conceda una audiencia
oral.
Aunque
hay muchas
otras violaciones referidas en el proceso de apelación – ahora en su
última, extraordinaria, etapa – este documento se concentra en la
conjura del Gobierno con los medios locales de Miami para sancionar de
antemano a los acusados y hacer imposible un juicio justo.
La
sustancia de esa conspiración consistió en usar esos medios para
desatar una campaña propagandística de odio y hostilidad sin
precedentes. Emplearon para ello a un numeroso grupo de “periodistas”-
en realidad agentes encubiertos del Gobierno- que publicaron artículos y
comentarios repetidos día y noche hasta producir un auténtico vendaval
desinformativo. Entre el 27 de noviembre de 2000 – día en que empezó el
juicio – y el
8 de junio de 2001 – cuando fueron declarados culpables – sólo en The
Miami Herald y El Nuevo Herald aparecieron 1111 artículos, un promedio
de más de 5 por día. Algo semejante ocurrió con el Diario de Las
Américas saturando completamente la prensa escrita.
Los
“periodistas” cobraban de Radio y TV Martí, o sea, del presupuesto
federal norteamericano. Dichos individuos hacían trabajos adicionales en
esos dos medios y los diseminaban en el área de Miami donde ambas
señales anticubanas tenían entonces y tienen todavía hoy difusión
directa, por sí mismas, y son reproducidas además a través de medios
locales (esta es otra violación de la ley norteamericana que prohíbe la
propaganda oficial
dentro del territorio estadounidense).
No
se trata solamente de Radio y TV Martí y de los diarios impresos. Los
llamados “periodistas” actuaron también en emisoras locales de radio y
televisión, en español y en inglés, y usaron otras publicaciones,
algunas gratuitas, que allá circulan.
Era imposible escapar a esa incesante propaganda en ningún rincón del sur de la Florida.
Pero
la acción delictiva de los “periodistas”-y del gobierno que les pagaba-
fue más allá de la propaganda. Durante el juicio la defensa denunció
varias veces que buscaban influir sobre los miembros del jurado
divulgando incluso materiales que la propia jueza había prohibido
presentar, los cuales, obviamente, sólo pudo entregarles la Fiscalía.
Como
si fuera poco, los “periodistas” se dedicaron, asimismo, a hostigar a
los testigos y a los jurados. Éstos últimos se quejaron a la Jueza
alegando que sentían temor, que eran perseguidos con cámaras y
micrófonos, algo reconocido, varias veces, por la señora Lenard, quien
pidió al gobierno, evidentemente sin éxito, la ayudase a evitar
situaciones que manchaban la imagen del sistema judicial norteamericano.
(Por ejemplo, Transcripción Oficial del juicio, páginas 22, 23, 111,
112, 625, 14644-14646).
En
agosto de 2005 los tres jueces de la Corte de Apelaciones decidieron
unánimemente declarar nulo el juicio de Miami porque se había realizado
bajo lo que ellos describieron como “una tormenta perfecta de
prejuicios y hostilidad” creada precisamente por los medios locales.
Cuando dictaron el histórico fallo los tres jueces no sabían, no podían
saberlo ellos ni nadie, que el responsable de esa
“tormenta perfecta” era la Fiscalía que prevaricó abiertamente
incumpliendo su obligación constitucional de preservar la legalidad y
garantizar un juicio justo.
La
primera noticia de la conspiración del Gobierno con sus “periodistas”
pagados surgió un año después, en septiembre de 2006.Desde entonces el
Gobierno ha resistido los esfuerzos de organizaciones de la sociedad
civil norteamericana para que muestre el alcance de esos pagos y sus
contratos en conformidad con la Ley de Libertad de Información (FOIA).
La Fiscalía también se ha opuesto a la demanda incluida en las
apelaciones extraordinarias de nuestros compatriotas y ha amenazado con
recurrir a los “privilegios ejecutivos” y a razones
de seguridad nacional para perpetuar el ocultamiento.
EL
caso de los Cinco tiene una extraña relación con la prensa y la
profesión periodística. En Miami los medios fueron un instrumento
decisivo para condenarlos. Fuera de Miami los castigan con el silencio.
La
irrefutable denuncia de Martin Garbus plantea un reto a los
profesionales del periodismo. ¿La ocultarán otra vez haciéndose así
cómplices de quienes mancillaron su noble oficio? ¿O tratarán de salvar
la honra
de su profesión reclamando que los farsantes sean desenmascarados y que
la verdad y la justicia prevalezcan?
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