viernes, 8 de enero de 2016

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, A SU LLEGADA A LA HABANA, EN CIUDAD LIBERTAD, EL 8 DE ENERO DE 1959.

(VERSION TAQUIGRAFICA DE LAS OFICINAS DEL PRIMER MINISTRO)

Compatriotas:
Yo sé que al hablar esta noche aquí se me presenta una de las obligaciones más difíciles, quizás, en este largo proceso de lucha que se inició en Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956.
El pueblo escucha, escuchan los combatientes revolucionarios, y escuchan los soldados del Ejército, cuyo destino está en nuestras manos.
Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia:  la tiranía ha sido derrocada.  La alegría es inmensa.  Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía.  No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil.
Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario.  Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo.
¿Cómo ganó la guerra el Ejército Rebelde?  Diciendo la verdad.  ¿Cómo perdió la guerra la tiranía?  Engañando a los soldados.
Cuando nosotros teníamos un revés, lo declarábamos por “Radio Rebelde”, censurábamos los errores de cualquier oficial que lo hubiese cometido, y advertíamos a todos los compañeros para que no le fuese a ocurrir lo mismo a cualquier otra tropa.  No sucedía así con las compañías del Ejército.  Distintas tropas caían en los mismos errores, porque a los oficiales y a los soldados jamás se les decía la verdad.
Y por eso yo quiero empezar —o, mejor dicho, seguir— con el mismo sistema:  el de decirle siempre al pueblo la verdad.
Se ha andado un trecho, quizás un paso de avance considerable.  Aquí estamos en la capital, aquí estamos en Columbia, parecen victoriosas las fuerzas revolucionarias; el gobierno está constituido, reconocido por numerosos países del mundo, al parecer se ha conquistado la paz; y, sin embargo, no debemos estar optimistas.  Mientras el pueblo reía hoy, mientras el pueblo se alegraba, nosotros nos preocupábamos; y mientras más extraordinaria era la multitud que acudía a recibirnos, y mientras más extraordinario era el júbilo del pueblo, más grande era nuestra preocupación, porque más grande era también nuestra responsabilidad ante la historia y ante el pueblo de Cuba.
La Revolución tiene ya enfrente un ejército de zafarrancho de combate.  ¿Quiénes pueden ser hoy o en lo adelante los enemigos de la Revolución?  ¿Quiénes pueden ser ante este pueblo victorioso, en lo adelante, los enemigos de la Revolución?  Los peores enemigos que en lo adelante pueda tener la Revolución Cubana somos los propios revolucionarios.
Es lo que siempre les decía yo a los combatientes rebeldes:  cuando no tengamos delante al enemigo, cuando la guerra haya concluido, los únicos enemigos de la Revolución podemos ser nosotros mismos, y por eso decía siempre, y digo, que con el soldado rebelde seremos más rigurosos que con nadie, que con el soldado rebelde seremos más exigentes que con nadie, porque de ellos dependerá que la Revolución triunfe o fracase.  leer todo>>>

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