lunes, 13 de febrero de 2017

Un poco de las relaciones históricas entre Honduras y Cuba.

De todos es conocido que las relaciones entre Cuba y Honduras tienen sus antecedentes en la segunda mitad del siglo XIX, y que en cuanto a historia política y social, ambos Estados han sido pueblos hermanos.
El 12 de agosto de 1886, el gran pensador americano José Martí, dirigió una emotiva carta desde Nueva York al gobierno reformista de Luis Bográn, en la que el poeta exhortaba a los hondureños a no dejar su país, diciendo: «Nada hay en esta ciudad donde los ruidos pasman, que no exista en el país donde florece el ópalo, y los novillos juegan como si tuviesen espíritu de luz.
Las relaciones Cuba-Honduras se dieron en el marco del proceso independentista cubano, que se había extendido durante largas décadas. Dicha visión independentista había sido alentada por la rebelión de los negros de Haití contra la Corona francesa a comienzos de la década de 1790, producto de la Revolución francesa ocurrida en 1789. Los negros haitianos, liderados por François Dominique Toussaint-Louverture, quien había iniciado un levantamiento de negros esclavos contra la opresión de los colonos franceses.
Nuestra historia común con la isla, como con todos los pueblos hispanos en América, comenzó con la Conquista, pero nuestra historia hermanada dio inicio cuando en la década de 1870 llegaron al país una importante cantidad de hombres cubanos, exiliados de la isla por los conflictos que habían propiciado los intentos libertarios impulsados desde Santiago, Manzanillo y Camagüey, con el liderazgo, entre otros, de Devenido Céspedes, jefe de la “revolución”. El 10 de octubre de 1868 se produjo el Grito de independencia en su ingenio Demajagua, situado en la ciudad de Manzanillo, al tiempo que había realizado dos catos de gran simbolismo para la libertad: la liberación de sus propios esclavos y la redacción del Manifiesto del 10 de octubre, donde señalaba las causas de la lucha, la lucha armada como única vía posible para la independencia de Cuba y la abolición de la esclavitud. El objetivo era destruir la riqueza cafetalera y azucarera para debilitar al poder criollo y peninsular, y así atacarlo.
A raíz de los hechos, y debido a la violenta respuesta de los monarquistas, muchos de los soldados y líderes del proyecto revolucionario, se vieron en la necesidad del exilio para evitar la muerte. Así, en la década de 1870, se reportaba la llegada a Honduras de hombres que determinarían momentos importantes de la historia de ambas naciones. Entre ellos se cuentan a Antonio Maceo, Tomás Estrada Palma, José Joaquín Palma, etc.
«Esos personajes ejercieron funciones importantes en los gobierno de Soto y Bográn, sobre todo, conspiraron, se prepararon y organizaron para continuar con el proceso independentista de Cuba al mando de José Martí. Entre ellos estaban Tomás Estrada Palma, el primer presidente de Cuba, aquí fue el primer Director General de Correos y director del Colegio Nacional de Segunda Enseñanza; el Lugarteniente General Antonio Maceo, comandante de armas de Puerto Cortés, Omoa, Tegucigalpa y secretario de defensa, con la caída del gobierno de Soto se vio obligado a emigrar a Costa Rica y luego a Estados Unidos. También estuvieron José Joaquín Palma, secretario particular del presidente Soto; Eusebio Hernández director del hospital San Felipe de Tegucigalpa y profesor de la escuela de medicina de la universidad central; Carlos Roloff director del banco de Amapala; el Mayor General Flor Crombet, enlace de Martí con los cubanos en Honduras; Manuel García Freyre, profesor del Colegio Nacional de Señoritas; Francisco de Paula Flores, fundador y director de la Escuela Normal de Olancho; el dominicano Máximo Gómez, director de aduanas, comandante de plaza en Amapala y General de División del ejército de Honduras. A todo ese grupo de exiliados se le conoció como el campamento Mambí, los luchadores independentistas que hicieron de Honduras su segunda patria.

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